miércoles, 17 de septiembre de 2008

Estoy en el museo y me imagino...

Había una vez una escuela donde asistía yo , Joaquín. Me gustaba mucho la arqueología.
Un día,la maestra anunció que haríamos una excursión a un museo arqueológico y cuando dijo eso,todos los niños pusieron cara de aburridos,menos yo que ¡me puse a saltar de alegría!
En el viaje hacia el museo era el único alegre.Cuando llegamos, al abrir la primera de las dos puertas hacia el museo, dije: - ¡Ya sé ! Voy a cerrar los ojos y a imaginarme las maravillosas cosas que había adentro.
Empecé a imaginarme muchas cosas como que estaría el dinosaurio más grande de todos en una jaula, el pájaro de 456 colores,una anaconda de veintiséis metros en un frasco gigante y un indígena vivo.
Cuando abrí los ojos mi imaginación se apagó. ¡Qué desilusión! Escuché a la maestra decir que no podríamos entrar al museo pues estaba cerrado. De regreso a la escuela era yo el único triste mientras mis compañeros iban alegres, ya que no les interesaba ver nada de lo que había dentro del museo

NEGRO
Joaquín Andres Franco Janavel - 4º año

El secreto de la maestra...

En la clase de Juanito la maestra escondía algo y todos querían saber lo que era.
Una mañana que fueron a la escuela y la maestra no estaba, los amigos de Juanito y él quisieron abrir el cajón del escritorio y ver qué tenía escondido. Se acercaron al mismo, pero, justo cuando iban a abrirlo, la maestra abrió la puerta de entrada. Todos los niños se fueron a sus lugares.
Siempre hacían lo mismo, pero todos los intentos quedaban fallidos. Pasaron los días y los niños no hacían más esto, porque sabían que todo intento que hacían fallaba.
Ya casi nadie se acordaba del tema ni se hablaba de él, tampoco querían saberlo.
Una mañana que le tocó vender a Juanito los bizcochos con Marcelo, se dispusieron a mirar el cajón del escritorio y si este intento fallaba no lo harían más. Contaron el dinero de los bizcochos - $275, $276, $277 - bueno, dejá, yo se lo llevo a la maestra.
- Yo llevo los bizcochos - dijo Marcelo mientras su compañero llevaba el dinero a la maestra.
Se juntaron de nuevo y fueron al salón, caminaron hacia el escritorio y ¡abrieron el cajón! Era, era ... era algo parecido a unas bolitas de color violeta claro. -¿Esto es el gran secreto? Preguntó Marcelo.
Sí, le contestó Juanito, pero deben servir para algo.
Toda la clase se enteró de lo que era, pero la que no se enteró que todos los niños lo sabían fue la maestra. Todos enterados no miraron más el cajón.

TURQUITO
Pablo Merki - 4º año